viernes, 26 de junio de 2009

En qué creo


Creo en la fugacidad del verano, de sus tardes, sus noches y sus amaneceres.
Creo en la sombra que oculta el sol y en la luz que irradia la luna.
Creo en todo lo que dice mi madre, sin importar que sea mentira.
Creo en algunas cosas de las que dice mi padre.
Creo que soy capaz de llevarme al mundo por delante, con los ojos cerrados y los pies bien plantados en la tierra.
Creo que soy incapaz de hacer algo por mi misma, confiando completamente en mi.
Creo en los amores de jardín de infantes, de primaria y de secundaria.
Creo en los amores platónicos.
Creo en la perfección del cuerpo en su grado más absoluto; en siluetas perfectamente imposibles de imaginar y mucho menos de poseer.
Creo en esa frase que dice que “después de la tormenta siempre sale el sol”.
Creo en la existencia de un niño dentro de cada uno; en la eternidad de la infancia y de la inocencia.
Creo en la amistad entre el hombre y la mujer, sin deseos pasionales de por medio, sin un acercamiento físico frustrado.
Creo en los hermanos, en los amigos y en la belleza que esconden los hermanos de los amigos.
Creo en que todas las personas se acercan a otras para obtener de ellas un beneficio.
Creo en que las relaciones surgen sin ningún interés previo.
Creo en el miedo que tengo antes de dar una prueba, en el temblor de los labios, en los dolores de estómago, de cabeza y las nauseas que ellas provocan.
Creo en el amor para toda la vida.
Creo en la existencia de un solo gran amor en la vida y en la poca probabilidad de permanencia junto a esa persona, o si quiera de ser correspondida.
Creo en el olor que desprende mi almohada cada mañana.
Creo en el dobles que dejo en mis sabanas después de una siesta.
Creo en las pastas dentales, los perfumes, los aromatizantes de ropa, los shampoo con alguna fragancia frutal y las cremas humectantes.
Creo en la impotencia que me daría pararme junto a la Torre Eiffel.
Creo en la locura del otoño, la dureza del invierno, la lujuria de la primavera y la libertad del verano.
Creo en la belleza que se esconde detrás de cada hoja seca que se desprende del árbol durante el otoño.
Creo en el perdón; en que los rencores, por más que quisiera, no duran toda la vida y que los lazos son más fuertes que las traiciones más crueles que podamos sufrir.
Creo en los lazos de sangre.
Creo en la amistad por sobre todas las cosas.
Creo en las sonrisas imperfectas que se esconden en bocas asimétricas, con dientes imperfectos, labios imperfectos y lenguas afiladas.
Creo en las personas que quieren cambiar.
Creo en las personas que quieren impulsar el cambio.
No creo en la política. Creo que soy incapaz de entenderla.
Creo en la libertad.
Creo en las historias que leo en los libros, que escucho en las canciones, que cuentan en la radio y que veo en la televisión.
Creo que soy consumidora compulsiva de helado.
Creo en la magia que se esconde en cada pochoclo.
Creo en todo lo que escribe Ismael Serrano; en que si se callase el ruido, no sólo oirías la lluvia caer, si no que te oiría hablar en sueños, podríamos hablar y entenderías que todavía nos queda la esperanza. Creo en sus amores imposibles que miran al cielo y piden un deseo, que escriben en canciones el trazo de una estrella; que realmente hay cartas que nunca se envían, botellas que brillan en el mar del olvido y que siempre la excusa más cobarde es culpar al destino por ello.
Creo en las historias que canta Ricardo Arjona, en la pasión que despierta en mí y en la no poesía de sus letras.
Creo en lo maravilloso de un libro de Isabel Allende, en lo estrepitoso de un libro de Cielo Latini y en la pasión de los poemas de Neruda.
Creo en las novelas, en los cuentos de hadas, en las historias de terror y en las comedias.
Creo en el amor a primera vista.
Creo que todavía estoy a tiempo de ser una princesa.
Creo que puedo ser actriz, cantante, modelo, periodista, diseñadora o lo que se me ocurra mientras duermo o mientras me baño.
Creo en que no se distribuir mi tiempo.
Creo en que mi abuelo fue, es y será el mejor abuelo del universo.
Creo en que mi abuela es la mujer más hermosa del mundo. Creo en su cuerpo circular, en la blandes de sus brazos, de su torso, de sus piernas; en su sonrisa desdentada; en el brillo de sus ojos y en sus comidas.
Creo en que nunca voy a ser la persona favorita de nadie.
Creo en que no tengo personas favoritas.
Creo en los abrazos y en los chistes de mi papá.
Creo en la paciencia de mi mamá.
Creo en la bondad de mi hermano.
Creo en la locura y la inteligencia de mi hermana.
Creo en este segundo.
Creo en que ayer, hoy era mañana.
Creo en la existencia de la vida después de la muerte.
Creo en la muerte del cuerpo, no del alma.
Creo en el amor que me dan mis perros.
Creo en que mi perro puede hablar.
Creo en la sabiduría de la naturaleza.
Creo en el estomago de las mariposas.
Creo en la suciedad del teclado.
Creo en mis obsesiones, en mis pasiones y en mis limitaciones.
Creo en mi locura, en mi frustrante perfeccionismo.
Creo en los errores de tipeo, de ortografía y de combinación de colores.
Creo en mi misma.
Creo en los demás.
Creo en que no creo en nadie.
Creo en que no creo en nada.
No creo en mí.